La causa fundamental de la emigración de muchos vascos fue la particular costumbre de que la herencia paterna (el caserío, centro neurálgico de las familias vascas, y sus tierras) solía recaer en uno de los hijos, no necesariamente el mayor. El resto de hermanos quedaba relegado a un segundo plano (ni que decir las hermanas) lo cual les obligaba a tener que aceptar la situación o coger las maletas y mudarse. Muchos de ellos decidían emigrar o meterse curas. Duros tiempos aquellos…Al menos los marineros vascos eran considerados como unos de los mejores del mundo conocido, de hecho se piensa que los pescadores vascos del bacalao fueron los primeros en arribar a América (Terranova), así que muchos se enrolaron en la carrera de Indias y participaron en la conquista de América (episodio del cual no deberíamos estar muy orgullosos). Muchos se establecieron en tierras americanas a partir del siglo XVI. Tras la independencia hispanoamericana, hubo una nueva oleada de emigración. América necesitaba pastores y Europa hacía aguas así que miles de vascos emigraron a Estados Unidos a través del puerto de New York y a Sudamérica, a través del puerto de Buenos Aires. En Iparralde (País vasco-francés) los vascos desertaban en masa del ejército francés (de esto estamos muy orgullosos) y salían escopeteados hacia América. Solo formaban parte del 1% de la población francesa pero eran el 50% de los desertores…qué cracks! Iparralde se quedó medio vacío durante la segunda mitad del siglo XIX. Otra emigración masiva de vascos se produjo tras la Guerra Civil española.
Pero vayamos al oeste estadounidense, donde se encuentran Idaho y Boise…Los vascos siempre han tenido fama de ser muy trabajadores y nobles, por eso no es de extrañar que fueran bien recibidos allá donde iban. Casi todos los que llegaban a Estados Unidos se quedaban trabajando en el puerto de New York o alrededores. A mediados del siglo XIX, con la fiebre del oro muchos vascos emigraron al oeste (California), en busca de nuevas oportunidades. Pero estos no llegaban de New York, sino de Sudamérica. La razón es simple. El centro y oeste estadounidenses aún estaban vírgenes y un viaje tan largo de costa a costa por tierra era una aventura demasiado arriesgada, especialmente si viajaban mujeres. Y por mar sin el canal de Panamá un viaje en barco era largo y tedioso al tener que bajar hasta el estrecho de Magallanes y volver a subir todo el continente. Por eso fueron los vascos de Sudamérica los que subieron hasta California al olor del oro (casi todos desde los puertos chilenos). Pero el oro fue efímero y muchos abandonaron pronto su aventura dorada. Ya que habían sido pastores en la Pampa encontraron trabajo en las grandes praderas inexplotadas de California. A finales del siglo XIX se habían repartido por las grandes llanuras del Oeste americano.
Con la llegada del ferrocarril New York se vació de vascos para probar suerte en el oeste. Hay que recordar que si estaban allí era porque escapaban del hambre y las guerras. No fueron fáciles sus inicios como pastores. Los ganaderos locales los consideraban intrusos y socialmente el pastoreo era considerado un oficio de “segunda”. Es decir, los vascos, como emigrantes, hacían lo que los locales no querían hacer, como ocurre hoy en el primer mundo... La mayoría de los pastores vascos vivieron una vida de aislamiento en un paisaje duro y, muchas veces, hostil. Vivían en su carro donde tenían una cama y una estufa que hacía de cocina. En su honor, hoy en día a estos carros (las primeras motorhomes de la historia) se les llama “Basque Wagon”. Su aburrimiento tras las interminables horas de soledad se puede ver plasmado en los grabados que hicieron en muchos árboles. Y en esta situación la mente estaba en Euskal Herria, a donde soñaban en regresar algún día.
En Idaho la mayoría de vascos eran vizcaínos, muchos de ellos de Gernika. Una pieza clave de esta emigración en Boise fueron las “Boarding houses” (pensiones), que eran donde llegaban todos y donde quien más o quien menos tenían algún contacto. Desde allí encontraban trabajo. Muchos pastores tras la temporada volvían a la Boarding house para esperar al siguiente trabajo. Algunos conocían allí a sus futuras mujeres (también vascas) ya que estas venían a trabajar como cocineras o en el servicio de la pensión.
Tras el paso de los años muchos vascos consiguieron establecerse y obtener la ciudadanía estadounidense. Muchos de ellos se hicieron con haciendas o consiguieron buenos trabajos, por lo que su vuelta a Euskal Herria pasó de ser algo soñado a simples viajes de ida y vuelta. Estados Unidos les salvó de la miseria y no estaban dispuestos a perder lo que habían conseguido con tanto sacrificio. Muchos de ellos volvían a casa para casarse pero se llevaban a sus esposas de vuelta. Entre 1900 y 1920 se estima que unos 430.000 vascos se instalaron para siempre en los Estados Unidos… Después hubo un parón ya que vetaron la inmigración pero tras la segunda guerra mundial se volvió a requerir de más pastores. Sin embargo en la década de los 70 no habría más de cien pastores vascos en el oeste americano. Hoy ya no quedará ninguno o casi ninguno.
Los vascos que se instalaron para siempre en los Estados Unidos empezaron a organizarse creando sus centros culturales donde reafirmaban su identidad cultural mediante fiestas, danzas, deporte o campeonatos de mus. Hoy en día las diferentes asociaciones están unidas en la North American Basque Organizations (NABO). En la Universidad de Nevada, mediante el Basque Estudies Program, se llevan a cabo estudios sobre la cultura vasca y se dan clases de euskera. Tras siglo y medio de presencia, los vascos han dejado una gran impronta en el oeste de Estados Unidos, incluyendo políticos de primera línea en el gobierno federal o local, como por ejemplo Boise, donde el alcalde es vasco.
Boise, capital de Idaho, dice tener la mayor concentración por habitante de vascos de la diáspora. Esta es la razón por la que Boise era un fijo en nuestra quiniela. Nuestra experiencia allí fue extraordinaria. Fuimos muy bien recibidos y nos sentimos como en casa. Y es que Boise tiene una calle monotemática sobre Euskal Herria. Allí está el Basque Center, el frontón, una Boarding House vasca, el bar Gernika, el Basque Market, inmensos lauburus en el pavimento, todos los apellidos vascos y varias canciones populares grabadas en las aceras, el Basque Museum and Cultural Center, el hotel restaurante Leku Ona, etc.
Tuvimos el honor de llegar a tiempo para la cena mensual que la diáspora vasca celebra en el Basque Center. Fue increíble. Más de 250 vasco americanos reunidos y disfrutando de una cena en hermandad. Muchos, los más mayores, venidos principalmente de Bizkaia hace unas décadas. Otros, los más, descendientes de aquellos que eligieron Idaho como destino para escapar de la pobreza que las guerras ocasionaron en casa. Oír hablar euskera a vascos nacidos en Idaho es algo verdaderamente especial. Mucha culpa de ello la tiene Geneva Ayarra. Su abuelo era navarro y su abuela de Iparralde. A los 30 años viajó a Lazkao y aprendió euskera. Volvió a Boise y fue directora de la primera ikastola de Boise. Su vida personal la llevó a Australia y por esta razón dejó la ikastola. Hoy en día niños vasco americanos siguen aprendiendo euskera en sus primeros años de vida (preescolar) en la ikastola de Boise. Jóvenes y no tan jóvenes aprenden las danzas e instrumentos vascos. El frontón nunca coge polvo y las cartas siempre están listas para envidar al mus. Y es que como nos contaba la eminente Gloria Totoricagüena, los vascos de la diáspora para ser vascos deben “ejercer” de vascos. El apellido no basta.
Pero vayamos al oeste estadounidense, donde se encuentran Idaho y Boise…Los vascos siempre han tenido fama de ser muy trabajadores y nobles, por eso no es de extrañar que fueran bien recibidos allá donde iban. Casi todos los que llegaban a Estados Unidos se quedaban trabajando en el puerto de New York o alrededores. A mediados del siglo XIX, con la fiebre del oro muchos vascos emigraron al oeste (California), en busca de nuevas oportunidades. Pero estos no llegaban de New York, sino de Sudamérica. La razón es simple. El centro y oeste estadounidenses aún estaban vírgenes y un viaje tan largo de costa a costa por tierra era una aventura demasiado arriesgada, especialmente si viajaban mujeres. Y por mar sin el canal de Panamá un viaje en barco era largo y tedioso al tener que bajar hasta el estrecho de Magallanes y volver a subir todo el continente. Por eso fueron los vascos de Sudamérica los que subieron hasta California al olor del oro (casi todos desde los puertos chilenos). Pero el oro fue efímero y muchos abandonaron pronto su aventura dorada. Ya que habían sido pastores en la Pampa encontraron trabajo en las grandes praderas inexplotadas de California. A finales del siglo XIX se habían repartido por las grandes llanuras del Oeste americano.
Con la llegada del ferrocarril New York se vació de vascos para probar suerte en el oeste. Hay que recordar que si estaban allí era porque escapaban del hambre y las guerras. No fueron fáciles sus inicios como pastores. Los ganaderos locales los consideraban intrusos y socialmente el pastoreo era considerado un oficio de “segunda”. Es decir, los vascos, como emigrantes, hacían lo que los locales no querían hacer, como ocurre hoy en el primer mundo... La mayoría de los pastores vascos vivieron una vida de aislamiento en un paisaje duro y, muchas veces, hostil. Vivían en su carro donde tenían una cama y una estufa que hacía de cocina. En su honor, hoy en día a estos carros (las primeras motorhomes de la historia) se les llama “Basque Wagon”. Su aburrimiento tras las interminables horas de soledad se puede ver plasmado en los grabados que hicieron en muchos árboles. Y en esta situación la mente estaba en Euskal Herria, a donde soñaban en regresar algún día.
En Idaho la mayoría de vascos eran vizcaínos, muchos de ellos de Gernika. Una pieza clave de esta emigración en Boise fueron las “Boarding houses” (pensiones), que eran donde llegaban todos y donde quien más o quien menos tenían algún contacto. Desde allí encontraban trabajo. Muchos pastores tras la temporada volvían a la Boarding house para esperar al siguiente trabajo. Algunos conocían allí a sus futuras mujeres (también vascas) ya que estas venían a trabajar como cocineras o en el servicio de la pensión.
Tras el paso de los años muchos vascos consiguieron establecerse y obtener la ciudadanía estadounidense. Muchos de ellos se hicieron con haciendas o consiguieron buenos trabajos, por lo que su vuelta a Euskal Herria pasó de ser algo soñado a simples viajes de ida y vuelta. Estados Unidos les salvó de la miseria y no estaban dispuestos a perder lo que habían conseguido con tanto sacrificio. Muchos de ellos volvían a casa para casarse pero se llevaban a sus esposas de vuelta. Entre 1900 y 1920 se estima que unos 430.000 vascos se instalaron para siempre en los Estados Unidos… Después hubo un parón ya que vetaron la inmigración pero tras la segunda guerra mundial se volvió a requerir de más pastores. Sin embargo en la década de los 70 no habría más de cien pastores vascos en el oeste americano. Hoy ya no quedará ninguno o casi ninguno.
Los vascos que se instalaron para siempre en los Estados Unidos empezaron a organizarse creando sus centros culturales donde reafirmaban su identidad cultural mediante fiestas, danzas, deporte o campeonatos de mus. Hoy en día las diferentes asociaciones están unidas en la North American Basque Organizations (NABO). En la Universidad de Nevada, mediante el Basque Estudies Program, se llevan a cabo estudios sobre la cultura vasca y se dan clases de euskera. Tras siglo y medio de presencia, los vascos han dejado una gran impronta en el oeste de Estados Unidos, incluyendo políticos de primera línea en el gobierno federal o local, como por ejemplo Boise, donde el alcalde es vasco.
Boise, capital de Idaho, dice tener la mayor concentración por habitante de vascos de la diáspora. Esta es la razón por la que Boise era un fijo en nuestra quiniela. Nuestra experiencia allí fue extraordinaria. Fuimos muy bien recibidos y nos sentimos como en casa. Y es que Boise tiene una calle monotemática sobre Euskal Herria. Allí está el Basque Center, el frontón, una Boarding House vasca, el bar Gernika, el Basque Market, inmensos lauburus en el pavimento, todos los apellidos vascos y varias canciones populares grabadas en las aceras, el Basque Museum and Cultural Center, el hotel restaurante Leku Ona, etc.
Tuvimos el honor de llegar a tiempo para la cena mensual que la diáspora vasca celebra en el Basque Center. Fue increíble. Más de 250 vasco americanos reunidos y disfrutando de una cena en hermandad. Muchos, los más mayores, venidos principalmente de Bizkaia hace unas décadas. Otros, los más, descendientes de aquellos que eligieron Idaho como destino para escapar de la pobreza que las guerras ocasionaron en casa. Oír hablar euskera a vascos nacidos en Idaho es algo verdaderamente especial. Mucha culpa de ello la tiene Geneva Ayarra. Su abuelo era navarro y su abuela de Iparralde. A los 30 años viajó a Lazkao y aprendió euskera. Volvió a Boise y fue directora de la primera ikastola de Boise. Su vida personal la llevó a Australia y por esta razón dejó la ikastola. Hoy en día niños vasco americanos siguen aprendiendo euskera en sus primeros años de vida (preescolar) en la ikastola de Boise. Jóvenes y no tan jóvenes aprenden las danzas e instrumentos vascos. El frontón nunca coge polvo y las cartas siempre están listas para envidar al mus. Y es que como nos contaba la eminente Gloria Totoricagüena, los vascos de la diáspora para ser vascos deben “ejercer” de vascos. El apellido no basta.
Los abuelos, figuras importantes en la cultura vasca, como lo son también en las culturas nativas norteamericanas |
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